HISTORIA DEL IMPERDIBLE

Las fíbulas, de origen anterior al periodo Micénico, aproximadamente alrededor del 1050 a. C. cumplían un cometido semejante al de los imperdibles modernos.

Otra teoría sobre el posible origen del imperdible es que fue inventada por los pueblos de la Edad del Hierro en Europa, a saber, la cultura de Hallstatt situada en lo que hoy en día es la moderna Austria. En las edades del Bronce y La Téne varían según el momento con diferentes formas: de violín, de ballesta, de espiral, zoomorfas, etc.

Imperdibles para bebés

Se cuenta , que ya , los sumerios utilizaban una especie de imperdible recto que impedía que el alfiler saliera de la ranura que la alojaba, pero causaba pequeños accidentes al no estar protegida o escondida su punta.

En el Viejo Continente del año 1200 a.C existieron imperdibles que a modo de broches de bronce sujetaban la ropa sobre los hombros. Ni que decir tiene, que este pequeño artilugio se reducía a una especie de seguro hecho de oro doblado.

Estos ejemplares así eran utilizados hace más de 2.700 años por los etruscos como prendedor que impedía que el manto o la túnica se abriera y dejara al individuo en evidencia mostrando su desnudez.

Pero hace más de 2.700 años los etruscos, los cretenses utilizaban para fijar la ropa drapeada un imperdible muy similar al de nuestro tiempo, imperdibles cuya punta había sido doblada para evitar pinchazos.

En el siglo VI a.C , las mujeres helénicas y después las romanas, prendían la túnica a la altura del hombro con una fíbula, un artilugio que consistía en una aguja, cuya parte central formaba una especie de espiral, que ejercía una tensión y facilitaba la sujeción, rematando en una abertura a base de muelle. La fíbula era el camino que conduciría al hallazgo del imperdible moderno.

La palabra fíbula, es originaria del latín, fíbula (aguja) se denomina todo tipo de piezas metálicas utilizadas en la antigüedad para unir o sujetar alguna de las prendas que componían el vestido, ya que los botones no se desarrollaron hasta muy entrada la Edad Media. Las más comunes tienen una forma parecida a los modernos imperdibles, ocultándose la aguja por debajo de un disco o de una plaqueta arqueada de oro, plata o bronce.

Llegados a este momento tenemos que hablar de un caballero, inventor por más señas, de nombre Walter Hunt, aunque este hombre no tuvo mucha vista para los negocios y ser poco conocido. Ni siquiera era capaz de rentabilizar, económicamente, sus ideas como veremos más adelante.

Imperdibles para recoger la cola del vestido de novia

1834 fue el creador de la primera máquina de coser, en los Estados Unidos, todo un avance para la época en la que fue creada, claro que el señor Hunt fue a inventarla cuando la situación de su país no estaba muy boyante precisamente.

Así que nadie mostró mucho interés por este paso hacia adelante para hacer más llevaderas algunas tareas domésticas para las amas de casa. Aquel encontronazo dejó en la calle a unos cuantos hombres.

Mientras que Walter dejó aparcada aquella idea y ni siquiera llegó a patentarla. Tiempo después, Elias Howe, otro inventor, diseño una máquina similar, y este con buen criterio la patentó.

Howe se frotaba las manos al comprobar que aquel artilugio, lo había hecho multimillonario y a Hunt aprender perdiendo.

1849 Walter se encontraba jugueteando con un trozo de alambre y sin pensarlo comenzó a doblarlo y a doblarlo hasta darle forma, acababa de inventarse un objeto, que aún sigue vigente en nuestros días…esta vez sí que patentó la idea, una idea que valía millones, aunque nuestro hombre no ganó mucho con ella.

Agobiado por la deuda de una pequeña cantidad de dinero, apenas unos míseros dólares, vendió la patente por 400 dólares a una empresa, un valor mínimo, del que más tarde se demostró que tenía aquel invento basado en un humilde trozo de alambre.

Como decíamos al principio, una gran mente para idear dispositivos útiles, pero no muy grande para ver el más allá de las posibles oportunidades financieras que podrían darle aquellos inventos