A
principios del siglo XX, justo la noche de la fiesta del Apóstol Santiago, un
terrible suceso acontecería, al que los ciudadanos de a pie, le llamarían, “el
crimen de la Herradura”, lugar donde se cometió.
Los personajes
fueron: María Manuela Carreira Corredoira, o la Peizoca (prostituta de
profesión) y su esposo y compinche, Celestino Rodríguez N., que llevaba el
apodo del Correo y Vimianzo nacido en Soneira.
Comenzaremos
por Manuela nacida en San Román, provincia de Lugo, en 1872, hija de Ramón
Carreira y María Corredoira, los cuales tuvieron dos hijos más en su
matrimonio. En su casa no existía la miseria, pero tampoco la opulencia.
Debemos citar,
que, durante su juventud, Manuela se dedicó a labores de coser y costura en varios
talleres, y que no se le daba nada mal. Así mismo fue tratante en quesos, pan,
trigo y carnes, especialmente jamón
Tras flirtear
con varios galanes, terminó por aceptar como marido a Celestino Rodríguez,
alias el Correo, al que había conocido en una casa de baños en La Coruña, a
pesar de que ni a uno ni a otro les gustaba el líquido elemento.
Los celos
o los motivos demostrables de que su esposo era un picaflor, no solo molestaron,
más bien enojó a nuestra protagonista. Como venganza, aunque Manuela, que no fuese
precisamente un bellezón, estaba de buen ver, así que se dedicó por libre, a
ejercer la prostitución, para eso tenía un cuerpo muy atractivo y seductor.
De la
noche a la mañana, marcharon de La Coruña a Vigo, después a Portugal, cuando regresaron
a Vigo acabaron en Santiago, en donde su marido tenía parientes, afincándose en
la rúa del Villar.
No obstante,
una extorsión que hicieron a un ciudadano alemán, les costó la cárcel, de la
que saldrían mediante la fianza de un familiar.
Hablemos
ahora de Celestino Rodríguez, nacido en 1876 en Vimianzo, su padre José Santos
Lema, no le reconoció, como hijo legítimo, hasta después de contraer matrimonio
con su madre, Josefina Rodríguez Miñones.
Primero
cuidó de que en los vender pardos pastasen las vacas, después, la familia lo
dedicó a mozo de recados, haciendo numerosos viajes a Camariñas y pueblos de
los contornos, escapándose cuando pudo de su casa
Posteriormente
se fue a Cuba, interviniendo como soldado en la campaña colonial. Una vez dado
de baja, en el ejército, se quedó a vivir en La Coruña, trabajando en varias profesiones:
camarero en diversas fondas y casas de huéspedes, ahorrando algún dinero que
pronto dilapidó en juegos de azar.
Veamos el
perfil físico de Celestino: complexión fuerte, mediana estatura, de pelo
ondulado y peinado hacia atrás. Dueño de un grueso bigote, orejas largas y
cejas pobladas. Su vestimenta principalmente era una camisa oscura y chaqueta
de pana negra, calzado con gruesas botas.
El
tercero en discordia
Se llama
Ángel María Lorenzo Ozores, padronés por su nacimiento, hacía 54 años, aunque se
trasladase muy joven a Santiago para estudiar en el seminario diocesano.
Dado que
su vocación, no era, digamos, muy sólida, tiempo después de ingresar, decide abandonar
sus estudios y regresar a su casa paterna, en la que permaneció hasta que
decidió embarcarse para las Américas a hacer fortuna.
Don
Ángel, el “indiano” no se había casado nunca, a pesar de esa debilidad por el
sexo contrario, dejando en Padrón, dos hijos naturales a los que había reconocido,
siendo uno de ellos alguacil del
juzgado,
«el vivo retrato de su padre» a decir de sus vecinos padroneses.
Tampoco
puede faltar en esta ocasión su perfil físico:
más bien escaso de pelo en la frente, todo lo contario de su poblado mostacho,
de nariz pronunciada, alto, y de orejas largas, pero con porte distinguido, e inteligente.
Cuando
llegó a Padrón en 1901, se le calculaba una fortuna de medio millón de pesetas,
casi toda en metálico, ya que, durante uno de los últimos viajes al Uruguay, había
quitado un negocio de reses, vendiendo el ganado del que era propietario a
precios elevados.
El crimen
El 25 de
julio de 1901 Ángel y Ramón viajan a Santiago a celebrar las fiestas del apóstol
acompañados por unas sobrinas, a la cuales invitaron a pasar con ellos la
festividad.
En la feria,
Ángel dijo que tenía frío y que se iba a adelantar al hotel apóstol Oriental,
donde se hospedaba, pero cuando el resto del grupo llegó a hotel Ángel ya haba
cenado y se había marchado. No pasaba nada, luego los buscaría y se uniría al
grupo
La
temperatura de aquella noche, era ideal, así que Ramón le pidió a Ángel que se
quedara un poco para cenar y salir.
Cuando
Ramón y las sobrinas regresaron al hotel, el conserje les avisó de que Ángel
había cenado y se había marchado, cosa que preocupó a nadie, pensando que más
tarde se encontrarían con él. La realidad fue otra… no le encontraron.
El bueno
de ángel cuando regresaba al hotel se encontró con la Peizoca, a la que no se
le pasó por alto el reloj de oro con leontina sus gemelos
dorados, y el porte. Aquella mujer era la Peizoca, en busca del incauto de
turno, y seguro que lo había encontrado porque quedaron citados para más tarde para
tener contacto carnal.
Ambos se
dirigieron al extremo del paseo de la Herradura, donde en indiano comenzó a
desnudarse, pero la Peizoca dio un grito, era la contraseña para robarle a
Ángel. Este pide socorro a la vez que increpa a la pareja para que le devuelvan
el dinero
Aquello
fue encomienzo de una sangría. Mientras la Peizoca le sujetaba, Celestino le
infirió varias puñaladas, una de ellas en el cuarto espacio intercostal que
resultó mortal de necesidad pues penetró en el corazón.
Tras huir
los asesinos del lugar, retornaron sobre media noche para culminar el robo
apoderándose de la cartera, el reloj con leontina de oro y los gemelos de la
camisa.
La
madrugada del día 26, varias personas se dirigían al campo de la feria por el
paseo de la Herradura. Minutos después, u guardia municipal de servicio se
acercaba a un hombre que allí yacía muerto
Cuando el
cabo López se encuentran rastreando la zona, aparece una camisa de mujer con
manchas de sangre, a la vez que pone el cuerpo del indiano en decúbito supino.
Momento
en el cual, se da cuenta de importantes detalles: camisa, chaleco y bragueta
están desabrochadas, también se ve fuera el otro bolsillo, aunque sin manchas
de sangre; un ojal del chaleco está totalmente desgarrado. La cara parece, tras
las manchas de tierra, ennegrecida.
Cuarenta
y ocho horas después, la policía ya estaba tras el rastro de los autores y
consiguió detenerlos.
De nada
les valió a la pareja, jurar y perjurar que ellos no habían sido, porque ambos
fueron castigados con la pena de muerte, que, en la ciudad, despertó un
sentimiento de piedad entre la ciudadanía, suplicaron al Concejo la conmutación
de la pena de muerte, y este organismo aceptó concederla, por la de cadena
perpetua, mediante el indulto que se concedía en la procesión del Viernes
Santo.
Pasaron
dos meses, y María Manuela ingresa en Alcalá de Henares, en la cárcel, mientras
que Celestino parte hasta Melilla. En 1910, Celestino consigue evadirse del
penal. Y aunque estuvo en busca y captura consigue huir hacia América, donde
vivió algunos años.
La
historia no finaliza aquí, puesto que una vez Celestino pudo regresar a España,
permaneció, escondido, residiendo en distintas ciudades españolas, la última en
Lugo.
Al
comprobar, que, durante aquellos años, no habían podido capturarle, su chulería
le lleva a viajar hasta Vimianzo donde residía su anciana madre, Josefa
Miñones, y sus hermanas, Josefa y María (ambas solteras), donde las tres
mujeres vivian muy pobremente, rodeadas por la miseria.
Pero
pronto los del pueblo comienzan a sospechar de las idas y venidas de aquel
sujeto y lo ponen en conocimiento de la autoridad
En la
vivienda y cuando nadie lo sospechaba, un cabo y una pareja de la Benemérita
entraron en la casa sorprendiendo a los cuatro, mientras que aquel hombre
negaba ser quien le decían, quien era, entregando unos documentos en los que
aparecía como Ángel Santos, tras cual la Guardia Civil procede a cachearle
encontrándole 17 billetes de mil marcos alemanes cada uno, más 250 petes del
Banco de España. Celestino Rodríguez al final admitió ser el que buscaban.
A pesar
del tiempo pasado, varios vecinos de Trasouteiro, le reconocieron, para
posteriormente, volver a ingresar, en la prisión de Santiago donde pasó cinco
años.
En 1933
se enfrenta de nuevo a su pasado, no muy lejano, y sentarse de nuevo en el
banquillo: el crimen de la Herradura, la evasión del penal de Melilla, y de sus
muchos “alias”, amén de su bigamia, todo esto a puerta cerrada. Pero nadase
pudo hacer, ya que los años trascurridos, habían conseguido que
prescribieran.
Al final,
se dice, se comenta, que Celestino
Rodríguez N, regresó al redil, donde se portó como un simpe ciudadano más.
OTRO
FINAL
Antes de
la última ocasión en que Celestino fue detenido -en 1928 en Vimianzo- estaba
casado y era dueño de varios negocios en Lugo. Después, de un pequeño merendero
en Vigo. Y quedó en libertad tras un largo camino de riesgos y zozobras, y
emocionado abrazó en los pasillos de la Audiencia al defensor que consiguió
pudiese retornar al seno de la sociedad todavía «rufo, sano y fuerte».
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