Corría
el año 1813. Estamos en los Barbados-Caribe. Desconozco el día y si era lunes o
viernes.
El
caso es que el señor Thomas Chase, había fallecido e iba a ser enterrado en la
cripta familiar. Cuando los sepultureros la abrieron, algo les puso el vello
como escarpias … ¡todos los ataúdes de los anteriores fallecidos, estaban
desplazados por la cripta! ¡Una cripta que
no había sido abierta desde que la pequeña Mary Ann Chase de dos años,
falleciese en 1808!
Lo extraño, es que los posibles “profanadores”,
no habían robado nada. Es más, el sello de la puerta de mármol, un sello de
cemento, no presentaba señales de haber sido roto previamente. Los sepultureros,
volvieron a colocar de nuevo, en su posición original a todos los ataúdes.
Ahora
estamos en el año 1816, y la cripta tiene que ser de nuevo abierta para que
acogiese el cuerpo sin vida de Brewster Ames Avanzamos, un niño de 11 años.
Lo que vieron les volvió a asustar, ¡los
ataúdes estaban otra vez movidos de su sitio!, incluso el pesado ataúd de plomo
de Thomas Chase, que solo ocho hombres, podrían moverlo.
El
extraordinario caso de los ataúdes, era un espectáculo para los lugareños, que
acudían en masa cada vez que la cripta se habría.
En
una de aquellas ocasiones, junto al populacho, se encontraba el gobernador de
Barbados, Lord Combermere, que puedo comprobar in situ, que era cierto lo que
se contaba, y en el año 1819 ordena una investigación
Lo
primero que hizo, fue que se esparciera por el suelo de la cripta, yeso blanco,
para que, sobre él, quedaran las huellas de los anónimos profanadores. Lo
segundo mirar detenidamente en las paredes en busca de algún pasadizo secreto.
Y lo tercero cerrar una vez más la puerta, esta vez, con el sello personal de
Combermere
Pasado
medio año, dicho gobernador, ordena que se habrá de nuevo el mausoleo. Él mismo
observa, que no existe el menor indicio de una posible manipulación en el
sello, y mucho menos, del yeso esparcido por el suelo.
En
esta ocasión, los ataúdes estaban desperdigados por todo el lugar, algunos
incluso en posición vertical, y otro se encontró a media altura en las
escaleras que bajaban desde la puerta.
Combermere, se dijo, que ya había visto lo suficiente como para tomar dos medidas: ordenar que los féretros fuesen trasladados y enterrados en otro lugar, y la cripta se dejase vacía, tal y como está en la actualidad.
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