CAMILA O´GORMAN Y LADISLAO GUTIÉRREZ O LADISLAO: AMOR PROHIBIDO



La familia O’Gorman eran irlandeses, por eso era muy común que visitara la casa de esta familia un curita muy joven que no hacía muchos meses había llegado a la parroquia del Socorro.

Había nacido en Tucumán, pertenecía a una familia adinerada, era muy apuesto con su pelo moreno y su sonrisa franca, tenía veinticuatro años y se llamaba Ladislao Gutiérrez.

Uno de los vástagos de los O’Gorman se llamaba Camila, tenía veinte años y era muy bella, de espíritu risueño y sentimental., y, además, era el ojito derecho de sus padres.

Es difícil saber cómo empezó todo. El caso es que Camila y Ladislao se enamoraron. Sabían lo que significaba aquello y ambos pedían perdón a Dios por lo que no podían y no sabían refrenar. Juzgarlos sería demasiado fácil.

Ante el escándalo que podría darse, si alguien descubriese su amor deciden fugarse.




Pasada la Navidad, ya casi para finalizar diciembre de 1847 salen por la noche, él de paisano, ella con un modesto vestido. Pocas horas después, la familia de Camila denuncia la desaparición de la joven y comienza una febril búsqueda.



Los O´Gorman al ser una familia socialmente acomodada, tienen contactos en los mandos, por lo que las autoridades, sin imaginar el escándalo que se les viene encima, apuran los recursos para encontrarla.

Todo cambia cuando se dan cuenta, que tampoco pueden dar con el padre Ladislao, y la madeja deja ver sus hilos, que antes parecían casuales. ¡Ahora comienzan a hilar algunos hechos que antes parecían casuales, pero ya no, porque instituyen la verdad!

Todo el mundo está angustiado. Ni los familiares de la joven, ni las autoridades eclesiásticas saben qué hacer. La noticia pronto será conocida por el ciudadano de a pie, quien la considera como un “pecado horrible”. Todo Buenos Aires habla de la pareja y nadie sabe dónde están. Nadie.

La policía de Juan Manuel de Rosas estanciero, militar y político argentino que, en el año 1829, tras derrotar al general Juan Lavalle en la Batalla de Puente de Márquez, asumió el cargo de gobernador de la provincia de Buenos Aires llegando a ser, entre 1835 y 1852, el principal caudillo de la Confederación Argentina.

Su influencia sobre la historia argentina fue tan grande, que al período marcado por su dominio de la política nacional se lo conoce como la época de Rosas, busca afanosamente a los protagonistas del “crimen horrendo”.

El gobernador de Tucumán, Celedonio Gutiérrez, tío de Ladislao, se presura a enviar, sin motivo alguno, un regalo valioso al Restaurador: dos sillas talladas a mano que, escondían veladamente un mensaje- “me lavo las manos, por lo que mi sobrino ha podio hacer. Aceptaré con gusto, las decisiones que se tomen al respecto, sean las que sean –

Camila y Ladislao, mientras tanto, lograron abordar una pequeña embarcación en el Tigre convenciendo al capitán para que los dejara en Goya, Corrientes.

Posiblemente no tengan ningún problema, ya que el barquero desconoce la verdadera identidad de sus casuales pasajeros, que llevan documentos falsos donde él figura como un comerciante jujeño llamado Máximo Brandier y ella como su esposa, Valentina Desán de Brandier,

Pasa muy poco tiempo de lo acontecido, y la pareja abre una escuela en Goya para dar clases a los habitantes del lugar, que enseguida se encariñan con ambos como si hubieran vivido allí desde siempre. La casa de Camila y Ladislao, a pesar de ser pequeña es limpia y respetable.

Los amantes hacen de su tiempo, dos vertientes, tiempo para la enseñanza y el segundo para amarse con mucha ternura, disfrutando y siendo felices, aunque lo sencillo, lo que nos hace felices, no dura eternamente

Cierto día, asisten a una fiesta en Goya. En aquel lugar, un hombre recién llegado de Buenos Aires los reconoce. Se acerca a Ladislao, que, por supuesto viste de paisano, y le pregunta a quemarropa con un tono lleno de ironía:

-Cómo está Ud., padre Gutiérrez? ¿Hace mucho que no va por Buenos Aires?”. Pero Ladislao fingió no escuchar nada y se fue para otro lugar la fiesta.

El tipo se quedó mirándolo, con una sonrisa maliciosa y sin esperar una respuesta, pues ya estaba dada.

Esta vez ni Camila y Ladislao decidieron no escapar. Tal vez pensaron, y no lo hicieron bien, que el tiempo, posiblemente, hubiese ablandado los corazones, y no hacía falta seguir huyendo, o que ya los habrían olvidado. Aunque no fue así. Dos días más tarde llegó la orden de Buenos Aires: ellos debían ser detenidos y devueltos a la ciudad. Así se hizo.

Por orden de Rosas se habilitó una celda del Cabildo para encerrar en ella a Ladislao y una habitación especial en la Casa de Ejercicios que administraban las monjitas de caridad, donde Camila sería recluida.

Pero también por orden de Rosas, en mitad de camino llegó un chasque (El que conduce una comunicación a caballo en casos urgentes) que desvió a los prisioneros al campamento militar de Santos Lugares. Se dice que en Buenos Aires corrían rumores de linchamiento apenas pusieran pie en la ciudad y el gobernador quiso evitar aquello, por eso el cambio.

Incomunicados por orden de Rosas, fueron esposados y remitidos a Buenos Aires en la misma nave que habían empleado para huir.

A partir de ese momento, y durante varias semanas, el gobernador debió soportar presiones en favor y en contra de los prisioneros. Al final se decidió su fusilamiento, porque Rosas lo creyó conveniente, ya que, de esa manera, abortaría otro posible caso de estos amoríos.



Los restos de Camila fueron trasladados el 2 de septiembre de 1852 a la bóveda familiar O'Gorman-Isla en el cementerio de la Recoleta.

https://es.wikipedia.org/wiki/Camila_O%27Gorman

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