AL ABORDAJE PEDRO MENÉNDEZ DE AVILÉS

 




Pedro Menéndez de Avilés (Avilés, 15 de febrero de 1519 - Santander, 16 de septiembre de 1574) fue un militar y marino español y gobernante de Indias. En 1565 reconquistó la Florida, tras destruir Fort Caroline y otros asentamientos de hugonotes franceses que la ocupaban, y fundó la ciudad de San Agustín. Gobernó dicha provincia con título de adelantado mayor perpetuo, y también fue gobernador de la isla de Cuba entre 1567 y 1574.

 

Pedro Menéndez de Avilés había nacido el 15 de febrero de 1519 en la villa portuaria de Avilés del Principado de Asturias, que formaba parte de la Corona española, de familia hidalga.

 

Era el hijo segundón de Juan Alfonso Sánchez de Avilés, de igual naturaleza, y de María Alonso de Arango, oriunda del concejo de Pravia. Su padre murió cuando él tenía ocho años, y su madre se volvió a casar. De uno y otro matrimonio nacieron veinte hijos, por lo que Pedro no heredó bienes de fortuna. También fueron marinos sus hermanos mayores Álvar Sánchez de Avilés y Bartolomé Menéndez de Avilés.

 

A los ocho o nueve años escapó de casa, a raíz del segundo matrimonio de su madre. Desde entonces se dedicó a oficios relacionados con la mar, y a los catorce debió de enrolarse por primera vez como grumete de un barco de guerra en algún puerto del Cantábrico.

 

Iniciaba así su carrera militar dedicado a perseguir a los piratas y corsarios que actuaban por dicho mar contra la flota española. A los 19, armó un barco con cincuenta hombres y con él capturó dos navíos franceses.  Tras varios años de aventuras navales se casó con Ana María de Solís, este matrimonio estaba  concertado desde la infancia, pero la vida de casado no le retuvo en su casa.

 

En 1544 una escuadra francesa mandada por Jean Alphonse de Saintonge captura en Finisterre 18 naves vizcaínas. Menéndez de Avilés le persigue hasta el puerto de La Rochela, donde se ha refugiado, y recupera cinco de las naves, aborda la capitana y personalmente da muerte a Jean Alphonse de Saintonge.

 

Fue caballero de la Orden de Santiago y comendador de dicha Orden en Santa Cruz de la Zarza (Toledo, España).

 

En 1549 se encargó de perseguir al corsario francés Juan Alfonso Portugués, al que prendió en el puerto de La Rochela. Tres años más tarde 1552 comienza sus viajes a América como capitán de distintos barcos. Ese mismo año también fue capturado por los piratas y rescatado previo pago de un rescate.

 

Dos años más tarde, cuando tenía 35 años, fue nombrado Capitán General de la flota de Indias por Felipe II, cargo que ocupará en nueve ocasiones desde 1555 hasta 1574. Tenía 46 años cuando alcanzó el máximo grado dentro de la Armada española.

 




En 1554 estuvo al mando de la flota que envió el rey Felipe II a Inglaterra cuando se iba a casar con la reina María.  Y en 1555 mandaba la flota del Virrey del Perú Andrés Hurtado de Mendoza, que zarpó de Sanlúcar de Barrameda el 15 de octubre con setenta y ocho navíos mercantes, dos galeones de armada y tres carabelas grandes.

 

Como gobernador de Cuba mandó levantar su primera carta geográfica, además recorrió las costas de los actuales estados de Florida, Georgia, Carolina del Sur y el Canal de Bahamas, capturando y eliminado a los corsarios de aquella zona.

 

Murió a su regreso a España en Santander, cuando el rey le había encomendado organizar una armada para atacar Inglaterra y apoyar a Luis de Requesens en Flandes.

 

 El sistema de flotas que diseñó España para comerciar con América a partir de 1561, estuvo inspirado en un memorial suyo, por lo que se le considera el padre de ese sistema de navegación. Su legado, en forma de testamento, se encuentra en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz.

 


Sus restos mortales se hallan en la iglesia de San Antonio de su ciudad natal. En su honor, Avilés recibe el nombre de Villa del Adelantado.

 

Dada la época y la clase social de muchos embarcados, cebe decir que al menos en un barco se comía. En las largas singladuras transoceánicas, la comida se regía por un par de principios:


 Menús muy fijos, consolidados durante siglos, pensados para largas travesías.  Alimentos capaces de mantenerse largo tiempo de modo natural o en sal. La dieta básica estaba constituida por el bizcocho que era un pan sin levadura con doble cocción (bis coctus) que aguantaba mucho tiempo, y que había que remojar (agua o vino) para poderlo comer.

 


El vino aportaba calorías y cierto olvido de la dureza del barco. La carne que se tomaba era en salazón y cocida. Había algo de queso que, cuando no era posible cocinar la carne (apagado de los fogones en los temporales o enemigo a la vista), era el acompañante único del bizcocho.

 

 A veces tomaban menestras a base de arroz, habas o garbanzos con pescado salado o tocino. El pescado más consumido era el tollo o cazón, aunque también sardinas, pargo y bacalao si se había aprovisionado de él.

 De forma resumida, los domingos, lunes, martes y jueves era una dieta “de carne”; los miércoles y viernes, “de pescado”; y los sábados, “de queso”. Eso sí, siempre que fuera posible, que no eran muchas veces (7).

 

 Sentados en sillas de su cámara comían el capitán, el maestre y el piloto, y el cirujano y escribano solían ser invitados. Allí el bizcocho era más blanco que moreno (integral decimos ahora) y el vino no era la aguachirri que bebía la marinería.

 

También tomaban gallina asada, frutos secos, dulce de membrillo, frutas en almíbar, pasas, higos y otras delicias similares. La comida de los marineros la presidía el contramaestre, usando sus cajas como mesas, sólo con cuchillos y en escudillas de barro o madera en la que comían a la vez varios marineros (un grupo o rancho), ni había platos para todos (5,7).

 

En cuanto al vestido, los marineros usaban ropas anchas para no entorpecer sus movimientos, blusones con capucha y calzones anchos (zaragüelles). Los poderosos llevaban jubones (más ajustado) y calzas, los marineros blusones y zaragüelles. De abrigo llevaban capotes de mar y gorros de lana (bonetes).

 Los colores eran pardos o azules (el color de la mar) y el gorro solía ser rojo. De zapatos, los puestos, de ropa de cama nada y vajilla individual tampoco. Eso sí, una jarrita para el vino no faltaba, al igual que algún aparejo de pesca y tal vez algún instrumento musical. Los oficiales sí disponían de mayores comodidades y ropas, utensilios, armas, ropa de cama, etc

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Jáuregui-Lobera I. Navegación e historia de la ciencia: La vida a bordo: los hombres de la mar en el siglo XVI. JONNPR. 2020;5(3):347-58. DOI: 10.19230/jonnpr.3433

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