Buscando en mis archivos, apareció este cuento editado
en el blog el 6-10-2012 ¡ya hace once años!
Con vuestro permiso – le vuelvo a dar vida. GRACIAS
Asahi (que en japonés significa mañana, sol, amanecer),
era un dragón de color verde, tan verde como lo es la vegetación en la
Amazonía. Asahi quiso ser desde muy pequeño, el dragón de un shogun (comandante
del ejército), para servirle en todo.
Aunque su anciana madre Miyu (que en japonés significa
amable, agradable, cariñosa), intentaba por todos los medios quitárselo de la
cabeza, era imposible pues más podía el sueño de Asahi, que todos los consejos
de una preocupada madre.
Cada tarde se subía a los más alto del acantilado para
observar, en lo que podía) el país de los humanos, ya que estaba totalmente
prohibido, sobrevolar las ciudades y los pueblos donde vivían.
Asahi suspiró mirando el horizonte- ¿Será verdad que
los humanos son tan malos con los dragones? -, se preguntaba mientras estiraba
sus enormes alas y se elevaba por encima del precipicio.
Fue una tarde cuando Asahi se acercaba a beber en un
manantial cuando escuchó unos gritos. - ¡Socorro, me ahogo, no sé nadar! -.
Raudo se elevó buscando al responsable de aquellos
gritos. A los pocos segundos Asahi observó como un pequeño humano luchaba por
mantenerse a flote. Volando por encima de él, le agarró con sus fuertes garras
evitando que el muchacho humano se ahogase.
Después suavemente lo depositó sobre la hierba
esperando a que volviese en sí. Cuando el humano abrió los ojos se le quedó
mirando con admiración. - ¡Eres quien creo que eres! -.
- ¿Y quién crees que soy? - preguntó el verde dragón.
- ¡Un dragón! -.
-Sí, lo soy, - afirmó Asahi. - ¿No te doy miedo? -.
- ¡No! ¿Por qué habría de tenerlo? -.
- ¿Nadie te ha dicho que los dragones y los humanos
somos enemigos? -. El chico se levantó.
- MI nombre es Kazuma (que en japonés significa verdad,
sinceridad, realidad, sereno, apacible), soy hijo del shogun Razuka, quien, por
orden del emperador, es su primer ministro Japón. Cuando yo sea mayor, quiero
ser también un shogun -.
- ¿A todo esto? ¿No estás muy lejos de tu mundo? -.
-Sí. Pero no me importa. Venía buscando un dragón que
quisiera ser mi montura y ante todo… mi amigo. ¿Y tú que buscas? -.
-Yo busco ser leal servidor de un gran shogun, y
llevarle sobre mi lomo en las batallas. Sin embargo, ninguno de los dos veremos
cumplidos nuestros sueños-.
- No te entiendo dragón -.
- Pues es muy sencillo, los shogunes montan caballos,
no dragones -.
- A mí no me importa, sí a ti tampoco te importaría -.
Durante casi tres años mientras que el muchacho se
ejercitaba en secreto en las artes de la guerra, el dragón le acompañaba. Un
buen día Kazuma… despareció.
Desde aquel momento Asahi no fue el mismo.
Transcurrieron diez años, y el verde dragón había
ofrecido sus servicios a un mago de nombre Kaede (que en japonés significa
arce), a quien llevaba sobre su lomo a cambio de comida y cobijo.
- Tenemos que ir esta primavera a la ciudad de Mongos.
Intentaré vender mis pócimas para conseguir notoriedad -. Le dijo el mago
mientras calculaba el dinero que iba a ganar con sus encantamientos. Pero el
dragón no le escuchaba, pues pensaba que el muchacho que conoció, ya sería un
hombre que quizá hubiese llegado a ser shogun como era su deseo.
La primavera llegó, y los dos magos y dragón, partieron
a la ciudad de Mongos. Los puestos de venta eran numerosos, y los habitantes de
Mongos, genios con o sin alas, se reunían a su alrededor.
Lo que no habíamos contado era que a Kaede le gustaba
jugar y apostar. Como al principio todo
fue bien continuó apostando hasta lo que llevaba encima y lo ganado con sus potingues,
y después… hasta el dragón.
Cuando Asahi quiso darse cuenta estaba encerrado en una
inmensa jaula. Su nuevo amo era un genio de picudas orejas y pequeños ojillos
con mirada malévola, con un nombre casi impronunciable… Yhin Kan Sthethuyu.
-Lo colocaré en la entrada de mi morada, así si alguien
intenta acercarse a ella sin mi permiso, será achicharrado.
Como el dragón se negó a semejante barbaridad, este le
colocó una argolla alrededor del cuello con una gorda cadena que terminaba en
una extraña máquina oculta en la tierra de la que solo asomaba una pequeña palanca;
y que se ponía en movimiento al pisarla, haciendo que el dragón se viese
obligado a lanzar llamaradas sin poder evitarlo.
Había transcurrido casi medio año desde que el dragón
servía al mago, y este se había enriquecido con su magia y se había comprado
una inmensa casa con jardín… ¿Y qué hacía un dragón en un jardín? …nada. Así
que decidió venderlo.
Asahi fue a parar a manos de un rico mercader, el
primer humano a quien servía, y que le trataba como si fuese su mascota. En
Hassan Nadali encontró un poco de cariño… pero poco.
Cierto día en pleno invierno, al mercader se le
encaprichó viajar hasta la montaña más alta y recoger nieve para hacer unos
helados para su familia. A pesar de los ruegos de su esposa, Hassan decidió
partir
Llevaban poco tiempo volando, cuando el cielo se cubrió
y una tremenda ventisca les alcanzó cuando aún no habían llegado a la cima. El
mercader gritaba pidiendo auxilio a su dios para que le librase de una muerte
segura, luego la más terrible de las oscuridades se cernió sobre ellos.
Cuando Asahi abrió los ojos, un joven le miraba con admiración.
- ¿Eres lo que creo que eres? -.
- ¿Y quién crees que soy? -.
- Un verde dragón -.
- ¿Y no me tienes miedo? -.
- ¿Por qué habría de tenerlo? -.
¿Nadie te ha dicho que los dragones y los humanos somos
enemigos desde tiempos inmemorables? -.
- No me importa. Yo solo he pedido a los dioses volver
a encontrarme con un buen amigo al que tuve que abandonar hace años, sin yo
quererlo. Y los dioses han escuchado mis súplicas-.
- ¿Lo has encontrado? -.
¿Tú que crees Asahi? -.
Han pasado unos años, ahora Kazuma es el único shogun
que tiene por montura a un verde dragón, tan verde como la espesa selva que
puebla la Amazonía
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