El
dios Apolo tenía unas mujeres profetisas, conocidas como las sibilas, que
durante la antigüedad vivieron en diferentes lugares en el mundo helénico
Como
las profecías que anunciaban las sibilas (sin necesidad de ser consultadas ni
preguntadas, al contrario que los oráculos) se creía que se cumplirían muchos
años después, devotos sacerdotes empezaron a recopilarlas en libros para que no
se perdieran. Y como había diez sibilas, poco a poco se fueron llenando tomos y
tomos.
La
sibila de Cumas , era natural de Eritras, ciudad importante de Jonia (en la
costa oeste de la actual Turquía). Su padre era Teodoro y su madre una ninfa.1 Se cuenta de ella que nació en una gruta del monte Córico. Nació con el don de la profecía y hacía sus predicciones en verso.
De
todas las Sibilas, la más importante y famosa era la Sibila de Cumas, la
primera ciudad fundada por los griegos en la península Itálica, situada en la
costa del mar Tirreno, a unos 10 kilómetros al norte del cabo Miseno y del
golfo de Nápoles. Como había sido fundada por colonos procedentes de la isla de
Eubea, Virgilio y otros escritores suelen llamarla sibila eubea.
Así,
que para acudir a ella debía acudir a la caverna donde vivía. Se trata de una cavidad artificial, excavada
en la roca y con una longitud de 131 metros, por 2,5 de ancho y 5 de altura.
La estructura es rectilínea y tiene forma
trapezoidal en su parte superior, produciendo un curioso efecto óptico. A lo
largo de su recorrido tiene nueve aberturas que permiten la entrada de la luz y
el aire. La pared oriental da entrada a varias habitaciones, posiblemente cisternas,
en una de las cuales hay un curioso sillón de piedra.
Al
final de la cavidad hay una estancia abovedada con tres nichos, que los romanos
creían ser las estancias de la sibila. No obstante, no se conoce ni la fecha de
construcción de la cueva ni su función. Algunos historiadores afirman que
dataría del siglo VII a.C., aunque claramente habría sufrido alteraciones en
época imperial
Según
cuenta Virgilio en la Eneida, esta transmitía su oráculo a través de aquellas
aberturas laterales mediante cien voces distintas.
Cuando
un peligro amenazaba a la República, y más tarde al Imperio, los magistrados
romanos intentaban conocer los designios divinos antes de tomar cualquier
decisión.
Para
ello recurrían a diversos métodos, siendo el más habitual la observación de las
aves; pero en ocasiones los dioses permanecían mudos o su mensaje resultaba
ininteligible.
Entonces, como último recurso, y si la
gravedad de la situación así lo requería, el Senado ordenaba consultar los
Libros sibilinos, una misteriosa recopilación de oráculos que según la leyenda
habían sido realizados por la Sibila de Cumas, y en los cuales se encontraba la
respuesta a cómo proceder.
Se
dice que la sibila hizo una petición a Apolo, quien estaba enamorado de ella… la de vivir tantos años como granos de arena
pudiese contener su mano, a lo que Apolo accedió, con la única condición de que
nunca regresase a su patria.
Pero como se le olvidó pedir la eterna juventud, con el paso de los años empezó a consumirse tanto que tuvieron que encerrarla en una jaula que colgaron del templo de Apolo en Cumas. La leyenda dice que vivió nueve vidas humanas de 120 años cada una
La cueva, que fue abandonada junto con la ciudad de Cumas a partir del siglo XIII d.C., fue descubierta y explorada por el arqueólogo italiano Amedeo Mauri, que la denominó como el antro de la sibila, basándose en la descripción que de ella hace Virgilio en el libro sexto de la Eneida.
No
obstante, otros arqueólogos proponen como hogar de la Sibila de Cumas un
complejo de túneles cercano a Bayas (la antigua Baiae) que conduce a un arroyo
geotérmico subterráneo, y cuyo trazado parece que se ajusta bien a la
descripción que el mismo Virgilio hace en la Eneida del viaje de Eneas al
inframundo.
Se joven la sibila había acudido a Roma a venderle al
rey Tarquino el Soberbio nueve libros con sus predicciones. Tarquino se negó, esperando que la Sibila rebajase sus pretensiones económicas, pero entonces ella quemó tres libros, y le ofreció los seis restantes por el mismo precio. Como Tarquino rechazó la oferta, ella repitió la operación. Finalmente, el rey accedió a comprar los últimos tres libros.
En
un principio, los libros se guardaban en un cofre de piedra del templo de
Júpiter situado en el Capitolio. Su custodia recaía sobre un colegio sacerdotal
formado primero por diez miembros nombrados entre los personajes públicos
Solo
ellos estaban autorizados a leerlos y a interpretarlos (empleando
procedimientos que se desconocen) cuando su consulta era aprobada por el
Senado. Las recomendaciones que extraían de ellos hacían referencia sobre todo
a rituales, sacrificios y ceremonias que Roma debía realizar para congraciarse
con sus dioses.
Dichos libros no han llegado hasta nuestros días, debido a dos sucesos, El primero que en el año 82 a.C. un incendio
destruyó el templo de Júpiter, y con él los libros proféticos, que fueron reemplazados por una recopilación de oráculos procedentes de distintas fuentes latinas, griegas y orientales.
El
emperador Octavio Augusto ordenó copiar estos nuevos libros, que eran nueve, y
depositarlos en dos cofres de oro ubicados en el templo de Apolo del Palatino
Y
el segundo suceso, es que, a finales del siglo IV o principios del V, fueron
destruidos por el general Estilicón, ya en las postrimerías del Imperio.
https://es.wikipedia.org/wiki/Sibila_de_Cumas
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