Siempre que se habla de Esparta, es hablar de una
cultura y vida regida por una serie de leyes redactadas e impuestas por el
Estado, donde el fin último era producir a los mejores soldados del mundo: los
hipólitas.
Aunque Esparta compartía con sus vecinos la misma
religión, idioma, y la mayoría de las costumbres sociales, las mujeres
espartanas causaban escándalo en el resto de las ciudades-estado por su
libertad, coquetería y educación.
Las espartanas y los espartanos comían la misma dieta
rica en proteína y leguminosas, e incluso las mujeres casadas podían decidir
sobre su propio consumo de vino, algo que escandalizaba a personajes tan significativos
en la filosofía clásica como el propio Aristóteles, quien continuamente
desaprobaba la independencia intelectual y económica de las féminas de Esparta.
Así mismo recibían la misma educación que los varones y
compartiendo la instrucción atlética, religiosa, social, e incluso, a veces, militar.
Con esto se conseguía hacer fuertes a las madres de los
futuros mejores soldados de la época y, al menos por el lado físico, las
espartanas tenían el mismo nivel de resistencia, rapidez y fuerza que sus paisanos
varones.
No haberse casado a los 30 años, casi obligatorio
hacerlo, se perdía ciertas prebendas: perdía el derecho de sufragio y no podía
asistir a las festividades. Mientras que las
familias que tenían tres o más hijos obtenían beneficios fiscales.
En un territorio
donde el número de ilotas superaba con creces a la población militar se hacía
necesario mantener el número de soldados. No había rito matrimonial. La mujer
era raptada y a partir de aquí los encuentros con su marido serían
clandestinos, como si de algo sórdido se tratara.
Eso fomentaba la pasión entre los esposos que solo
podían verse a ratos y a escondidas de todos.
En la guerra, las mujeres espartanas, apoyaban incondicionalmente
a sus maridos a la hora de la batalla.
De eso tenemos este ejemplo acontecido en el año 272
a.C. en el transcurso del asedio al que
se vio sometida la ciudad Esparta durante la invasión de Pirro, donde las
espartanas obligaron a sus maridos a descansar por la noche para estar listos y
descansados para la refriega al amanecer, y por la noche se dedicaron a cavar
trincheras e implementar defensas para que los guerreros pudieran luchar con
más fuerza y brío.
Las espartanas llamaban la atención porque contaban con
características únicas: tener derecho a poseer tierras y caballos, así que las
mujeres en Esparta eran jinetes natos muy capaces.
Y cuando Aristóteles tildó a las espartanas de coquetas,
no le faltaba razón, porque tenían fama, y bien merecida, de ser las mujeres
más coquetas y burlonas de la época, vamos que llegaban a más: la costumbre de
hacer ejercicio semi desnudas para llamar la atención de los hombres y solían
burlarse de los guerreros solteros con el fin de incitarlos al matrimonio.
En algunos apartados, como en el de la sexualidad, tenían
vía libre para tener dos compañeros sexuales, no importa si estaban casadas. Si
el marido de una doncella era viejo, las esposas tenían la prerrogativa de
adoptar otro candidato más joven y fuerte.
Las mujeres espartanas se casaban a una edad
relativamente tardía, entre los 18 o 20 años
El estado daba esto privilegios a las mujeres con el
único objetivo… crear y crear hipólitas, lo máximo posible. En este sentido eran
las propias mujeres, las que tenía derecho de decisión, sobre el tema reproductivo,
algo tan inusitado como inaudito a los ojos de otras civilizaciones de la
Antigüedad
O sea, que Esparta,
era el paraíso donde las mujeres podían poner los 'cuernos' por una buena causa.
Es decir, la no existencia de represalias jurídicas ni sociales si eran
adúlteras. Y es que la mujer no sólo gestionaba la casa, sino que era
empresaria de sus tierras, su opinión era muy tenida en cuenta por los hombres
y podía dirigir su propia vida
Las madres espartanas se encargaban de la educación de
los hijos hasta los siete años y gozaban de poder danzar y cantar, para, según
las indicaciones sociales, no perder su “lado femenino”.
Según los
historiadores no recibían dote al casarse por lo que los matrimonios no se
cerraban por motivos económicos. Hasta pasados los 30 años, el esposo no
convivía con su mujer de manera asidua, ya que se debía a su grupo del
ejército.
El ritual de la noche de bodas era muy curioso, ya que
a la novia se le cortaba el cabello, se la vestía con capa y sandalias, para
posteriormente dejarla en una habitación a oscuras donde era visitada y
«raptada» por su reciente esposo.
Las mujeres espartanas podían divorciarse y con ello no
perdían su riqueza personal ni se la obligaba a renunciar a sus hijos.
Tener la virtud de la fortaleza era un valor en
Esparta. Así como la superación de uno mismo, dando lo mismo si venía de un
hombre o de una mujer, de ahí que las competiciones deportivas fuesen mixtas.
Ningún espartano se avergonzó jamás de ser derrotado por una mujer.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-123/las-mujeres-de-esparta
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