En 1893, en las
lejanas y gélidas tierras cercanas al Polo Norte, una dama americana daba a luz
a su hija. La niña fue bautizada como «el bebé de las nieves». Su madre era la esposa
del conocido explorador Robert Peary, a quien acompañó en sus expediciones a
las nieves perpetuas del casquete polar, apoyando sus proyectos y formando
parte de su equipo. Josephine Peary fue mucho más que «la esposa de». Fue una
mujer valiente, aventurera, que le valió el reconocimiento de la comunidad
internacional.
Josephine Cecilia
Diebitsch Peary nació en 1863 en Maryland, hija del militar prusiano, Hermann
Henry Diebitsch, y su esposa, Magdalena Augusta Schmid. La familia Diebitsch
vivía en una granja que fue destruida durante la Guerra civil estadounidense,
por lo que se trasladaron a Washington, donde Josephine y sus tres hermanos
pequeños crecieron. Tras estudiar en una escuela de negocios, Josephine empezó
a trabajar en la Smithsonian Institution, donde su padre ejercía de profesor.
En 1888, Josephine
se casó con el explorador Robert Peary a quien se unió en sus expediciones al
norte, a pesar de las críticas de algunos compañeros de Robert que no veían con
buenos ojos que una mujer viajara hacia aquellos lugares inhóspitos. Ella,
lejos de amedrentarse, se ganó la confianza de los hombres y se convirtió en un
miembro más del equipo ayudando en la cocina, con la intendencia e incluso
cazando cuando era necesario.
El primer viaje de
Josephine fue a Groenlandia, en 1891, convirtiéndose en la primera mujer en
participar en una expedición al Ártico. Su experiencia fue plasmada en el
primer libro que Josephine Peary publicaría poco después de regresar de las
nieves perpetuas, Mi diario ártico.
Un año entre hielos y esquimales. Dos años
después, su avanzado estado de gestación, estaba embarazada de ocho meses, no
le impidió subirse de nuevo a un barco y viajar al norte donde, a treinta
grados bajo cero, dio a luz a su hija, Marie, que sería bautizada por la prensa
como Snow Baby, el «bebé de la nieve», nombre con el que también titularía su
segundo libro, publicado en 1901. Era el primer bebé occidental que nacía entre
esquimales. En 1897 regresó al Ártico donde, de nuevo, convivió con los inuits.
Con el cambio de
siglo, Josephine se encontraba en Washington cuando conoció la noticia de que
su marido había sufrido la congelación de sus pies y le habían tenido que
amputar ocho dedos. No se lo pensó dos veces y decidió ir en su búsqueda
acompañada de Marie.
Por desgracia, el Windward, el barco en el que
viajaban, sufrió un accidente con un iceberg y tuvieron que permanecer durante
el invierno en Ellesmere, Groenlandia. Fue allí donde recibió otra dura
noticia. Su marido tenía una relación con una mujer inuit con la que llegó a
tener dos hijos. A pesar del terrible golpe para Josephine convivió con Allaska
y asumió la situación sin abandonar a Robert.
En 1909, Robert
Peary conseguía el objetivo que había perseguido durante toda su vida, alcanzar
el Polo Norte. La bandera de los Estados Unidos que plantó Robert había sido un
regalo de Josephine.
Robert y Josephine
tuvieron otro hijo, Robert Jr., y continuaron juntos hasta la muerte de Robert
en 1920. Desde que se retirara, vivieron a caballo entre Washington e Eagle
Island, donde construyeron un hermoso hogar. Todo el tiempo que Josephine Peary
vivió como la viuda del explorador, no dejó de defender su hazaña de alcanzar
el Polo Norte, que fue cuestionada por muchos.
En 1955, la
National Geographical Society le otorgaba a Josephine la Medalla al Logro por
su implicación incondicional al mundo de las expediciones árticas. Pocos meses
después, el 19 de diciembre de 1955, fallecía a los 92 años de edad. Sus restos
reposan junto a su marido en el cementerio de Arlington.